Sophie Germain

Un 1° de abril, pero de 1776, nacía en París Sophie Germain, quien logró trascender en el estudio de la matemática pese a los prejuicios sociales y una acérrima oposición familiar.

Desde los 13 años se mostraba muy atraída hacia la matemática, interés que no era bien visto en aquella época. Para persuadirla, sus padres la dejaban sin luz y sin calefacción, de manera tal que no se acerque a la biblioteca de noche para estudiar. Tal era la pasión de Sophie que se envolvía en cortinas e iba robando trozos pequeños de velas para poder estudiar a escondidas. Su familia no quería que Sophie leyera esos libros. Era curioso porque los mismos estaban en la biblioteca, es decir que eran valorados en el hogar, pero no querían que «contamine» a su hija.
Un día sus padres la encontraron dormida sobre su escritorio, con la tinta congelada, delante de una hoja llena de cálculos. Su tenacidad venció la resistencia de sus padres que aunque no comprendían su dedicación a las Matemáticas terminaron por dejarla libre para estudiar.

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Tenía 18 años en 1794, cuando se fundó la Escuela Politécnica de París. Como las mujeres no eran admitidas, (la Escuela Politécnica no admitirá mujeres hasta 1972), consiguió hacerse con apuntes de algunos cursos y se decidió a estudiar en forma autodidácta.

Para compartir sus investigaciones con otros matemáticos, decidió utilizar un seudónimo masculino: Monsieur Antoine-August LeBlanc. Para que quede claro, Sophie se tuvo que hacer pasar por un hombre para que la comunidad académica pueda leer sus trabajos.

El trabajo impresionó a Joseph Louis Lagrange (1736-1813) por su originalidad y quiso conocer a su autor. Luego de la sorpresa inicial al descubrir su verdadera identidad, el matemático francés la felicitó y la apadrinó para que pueda entrar en un círculo un poco más privilegiado de matemáticos y científicos.

Sophie se dedicó al estudio de lo que se conoce como Teoría de Números, área que tenía como principal referente al reconocido Karl Friedrich Gauss (1777-1855). Por temor y por vergüenza a que la descalifiquen por ser mujer, la francesa volvió a usar su seudónimo LeBlanc  en 1804 para escribirle a Gauss. Tres años después, por una casualidad, el matemático alemán descubriría la verdad, lo cual no fue un impedimento para que elogie el talento de Germain.

Germain siguió avanzando como pudo, y logró trascender más allá de París, haciéndose un nombre en el círculo privilegiado de matemáticos, en donde todos los integrantes menos ella eran hombres.

Por esos años la Academia de las Ciencias de París tenía la costumbre de ofrecer un premio al mejor trabajo en ciencias físicas y matemáticas.  Los postulantes tenían dos años para hacer un paper que presentaban de forma anónima. En 1809 la cuestión que propuso la Academia fue obtener una teoría matemática sobre la vibración de superficies elásticas. Es así que Sophie abandonó la Teoría de Números y se dedicó de lleno a la física.

En 1816 publicó publicando su famoso paper “Memoir on the Vibrations of Elastic Plates” (Memoria sobre la vibración de láminas elásticas), considerado aún hoy como un paso esencial en ese campo, trabajo que le valió el “Prix Extraordinaire” de la Academia de Ciencias.

Este fue el puntapié que terminó catapultando a Germain y le permitió entrar en lugares sólo reservados a los varones, ganándose el respeto y el reconocimiento de sus colegas. Fue así como se convirtió en la primera mujer que –no siendo la esposa de un miembro– fue invitada a participar en las sesiones de la Academia de Ciencias.

Durante los años siguientes volvió a investigar  sobre Teoría de Números, y reanudó la correspondencia con Gauss sobre este tema.

El 27 de junio de 1831 murió en París a consecuencia de un cáncer de pecho a los 55 años. No será éste un hecho para recordar a Sophie Germain pero siempre la evocaremos por su obra, que perdurara siempre, y por su talento que fue excepcional, además de otras cualidades como su valor y su dedicación a la ciencia.

A pesar de los logros intelectuales de Germain, su certificado de defunción la declara como «Rentiere», es decir, rentista o titular de la propiedad, no es una «mathematicienne». Pese a esto, varios años después de su muerte Sophie Germain tuvo el reconocimiento que merecía por su talento excepcional, su coraje y su compromiso con la ciencia.

Gauss había intentado que la Universidad de Göttingen le otorgara el título de doctor honoris causa pero a pesar de su gran influencia en esta universidad, su propuesta fue aceptada luego de que la muerte de la matemática. En París hay un monumento en su honor, además de darle nombre a una calle y a una escuela. A su vez, la casa en la que falleció fue designada como monumento histórico.

Afortunadamente, hoy la historia es distinta a su época, pero no mucho. No es fácil ser mujer en el mundo de la ciencia y la Argentina no es la excepción. En este sentido, la mujer siempre tuvo una tarea doble: investigar (con todo lo que eso implica), pero también atender a todo lo que, en forma consciente o inconsciente, sirve para despreciar su capacidad intelectual. Un sistema machista por excelencia.

En la actualidad la historia es distinta para las mujeres pero no mucho. A pesar de tener muchísimos méritos, la trayectoria individual y el esfuerzo personal no es suficiente para una mujer en el ámbito científico. A pesar de que en la Argentina la mayor parte de los graduados universitarios son mujeres, díficilmente esto se replique en las estructuras jerárquicas del ámbito público y privado. La tarea de la mujer sigue siendo doble, en un sistema machista por excelencia. Quizás pensar en el caso de Sophie Germain nos sirva como granito de arena para reconstruirnos y repensar nuestra propia educación.

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